Historia del Cómic (XIII): Reflejos de la historieta. ¿Sueñan las criaturas de papel con resurrecciones gloriosas?
- REFLEJOS DE LA HISTORIETA -
¿SUEÑAN LAS CRIATURAS DE PAPEL CON RESURRECCIONES GLORIOSAS?
Alguna que otra vez me he preguntado lo que les dirían a sus creadores las criaturas de papel en diferentes momentos de su existencia.
Y es que, en el subconsciente colectivo, los personajes ficticios, que, al fin y al cabo, son creaciones de los autores y que ponen en ellos sus pensamientos, ambiciones, amores e inquietudes, están vivos, pues los lectores hacen de ellos parte de sus vidas y pensamientos. Así es que, aunque siendo ficticios, están vivos en las mentes de aquellos que los conocen, no solo en las de sus creadores, sino también en las de sus lectores y amigos, que se han reconocido en aspectos personales, en sus características, vicios y virtudes, situaciones y sentimientos, haciéndolos suyos de alguna manera.
Cuando un autor crea un personaje, es suyo en el origen, pero deja de pertenecerle completamente desde el momento en que lectores y observadores los conocen y los hacen, a su vez, suyos.
Entre los personajes desaparecidos de la Historieta figuran algunos que conocieron gran éxito en su época y otros que, tras un recorrido fugaz, semejante al de una estrella errante, desaparecieron para siempre.
¿Qué piensan los personajes de papel? ¿Qué sueñan las criaturas de papel?
¿Es posible que, aquellos que desaparecieron en los meandros del tiempo y el olvido, estén deseando volver a vivir? ¿Desean vivir con sus amigos lectores? ¿Desean con su resurrección poner fin a la vida de sus creadores? ¿Ha habido “resurrecciones gloriosas” de algunos de ellos?
Los cómics americanos son, en general creaciones colectivas que van desarrollándose según su éxito comercial, como en todas partes, pero en América, lo que prima sobre todo es la economía, dejando la autoría de las obras en un segundo plano. Los cómics nos han acostumbrado a cambios incesantes de autores, debido, precisamente a esos aspectos monetarios. En menos medida lo han hecho las tiras de prensa, más arraigadas a sus autores originales, pero que el éxito en el tiempo las ha llevado a cambiar de autores por la desaparición de los creadores, sea por la edad o por la muerte. Ahí tenemos a personajes como Flash Gordon, Phantom, Mandrake, Rip Kirby, Príncipe Valiente, y tantos otros. Algo distinta es la producción europea, que se centra más en los creadores de los personajes, tanto literarios como artísticos, pero que también están sujetos a cambios debido a las mismas circunstancias de la vida.
En cuanto a estos últimos, son pocos en nuestro país que han logrado sobrevivir a las circunstancias económicas, a la desaparición de sus autores o a los cambios que ha experimentado la sociedad. Hay falsas resurrecciones porque no se conservó el espíritu que animó a los autores en el principio. Muchos personajes continuarán en el limbo de los recuerdos hasta que desaparezcan aquellos que los conocieron y luego dormirán en la muerte para siempre, quizás soñando con la nueva vida que nunca pudieron tener.
Reflexionemos sobre esto con un par de ejemplos de personajes de éxito del pasado y las tentativas por resucitarlos.
EL GUERRERO DEL ANTIFAZ O EL PECADO IMPERDONABLE
En la historia de la Historieta aparecen personajes que han gozado, en cierta época, del favor del público. Otros han tenido que esperar muchos años para que algún aficionado los haga salir del olvido poniendo de relieve algunas de sus magníficas cualidades, olvidadas o ignoradas por el público o por la crítica “oficial” de una u otra época. Otros solo conocieron un efímero destello, tras el cual desaparecieron para siempre. Pero no para todos. Algunos permanecieron en las memorias de ciertos lectores-contempladores por muchos años, incluso durante vidas enteras, acompañándolos en las vicisitudes de sus vidas.
Trato siempre de ser imparcial y no dejarme llevar ni por prejuicios ni por sentimentalismos. Todo el mundo sabe mi aprecio por los personajes de aquel gigante de la historieta que fue Manuel Gago, en particular por sus dos emblemáticos personajes, dos obras maestras: El Guerrero del Antifaz y El Pequeño Luchador, además de los inolvidables Purk, el Hombre de Piedra y El Espadachín Enmascarado. Por eso tengo que comenzar por su personaje más emblemático y que perduró durante toda la vida del autor.
Hace un tiempo se realizó una película (si se le puede llamar así) sobre el Guerrero del Antifaz. Aquello fue una verdadera catástrofe, una blasfemia contra el autor y su personaje, así como una falta de respeto hacia los admiradores del personaje. Me entristeció sobremanera el que se hiciera una película tan mala en todos los sentidos sobre el más grande personaje español de la Historieta, uno que reflejó la historia de su tiempo y que marcó la historia del tebeo español. Los films (y seriales, cinematográficos y televisivos) sobre personajes de la Historieta tienen ya una larga historia, pero nunca produjeron obras maestras, ni aún las realizadas sobre los más grandes personajes de los cómics americanos como Flash Gordon, Buck Rogers, Phantom, Príncipe Valiente, Spirit. Ha sido necesario llegar al siglo XXI y los medios disponibles hoy (dinero, tecnología, publicidad), para conseguir sorprendentes efectos especiales y llegar así a la realización de algunos films dignos, divertidos, incluso a veces interesantes, como los de la firma Marvel o DC. Pero en España, ni siquiera ha sido de calidad la película sobre el Capitán Trueno. Por eso no quise hablar sobre estas producciones, ni la del Guerrero ni la del Trueno, ni comentar nada. Ante los resultados, sobraban los comentarios.
Pero este año ha surgido una nueva publicación sobre El Guerrero del Antifaz: Las historias jamás contadas. Aunque carece de originalidad (los americanos ya hace muchos años que publican esta clase de historias), la idea podría ser interesante si se tratara apropiadamente, aunque en el serial, las “historias jamás contadas” pueden ser las de los 20 años del Guerrero cuando creía ser el hijo de Alí Kan, o las historias del pasado de personajes secundarios como los Kir, Fernando, El Pirata Negro, Zoraida, la Mujer Pirata. Ahí podría ayudarnos la imaginación, aunque siempre teniendo en cuenta el pensamiento e intenciones del autor, así como algunos detalles diluidos en diferentes episodios, para no traicionar su obra. Por ejemplo, se nos podría ocurrir que, aunque según el pensamiento oficial de la época, “una cristiana no puede mentir”, sería posible que, para vengarse, la madre del Guerrero engañara, no a Alí Kan, sino a su propio hijo, haciéndole creer que es el hijo del conde de Roca, cuando en realidad es hijo del moro. Esto daría aún otra dimensión al serial del Guerrero.
A propósito de esto quiero señalar aquí un error de comparación que se ha hecho, hasta en el extranjero. Se ha comparado la historia del Guerrero con la historia de Moisés, pero esto no es así. Moisés fue adoptado por la hija de Faraón y fue “instruido en toda la sabiduría de los egipcios y fue poderoso en sus palabras y en sus obras” (Hechos 7:22). Esta parte de la comparación es correcta, pues el Guerrero fue instruido en el conocimiento cultural y religioso de los moros y fue poderoso en sus obras al guerrear triunfalmente contra los cristianos. Pero lo que difiere es fundamental, ya que fue la propia madre de Moisés la que le educó en la corte de Faraón, por lo que recibió instrucción religiosa y cultural hebrea desde su niñez, conociendo su verdadero origen, lo que explica sus posteriores acciones. No fue así con el Guerrero, quien fue tenido en ignorancia absoluta de su origen cristiano durante 20 años, suponiendo que fuera verdad lo que le dice su madre sobre su supuesto padre.
Pero volvamos a la publicación que nos ocupa. No me extenderé sobre la realización gráfica de Miguel Quesada Ramos, hijo de Miguel Quesada Cerdán, autor de obras maestras como Tony y Anita y Pequeño Pantera Negra. Considero amigos míos tanto al padre como al hijo, y el dibujo es bastante correcto, ya que el hijo aprendió del padre, manteniendo un clasicismo que es inseparable de la obra original, y yo siempre dije que el que debería haber continuado el serial del Guerrero a la muerte de su autor, debería haber sido Miguel Quesada Cerdán. Realización digna, pues, aunque supeditada al guion de otro. Soy pesimista en cuanto a la continuación de esta serie, pues si no la realiza Miguel, no sé cuál será el resultado…
En cuanto a la edición misma, aunque de una aparente buena presentación, notamos errores que el editor ha querido justificar, diciendo que se han hecho “adrede”, como la página repetida para “indicar una parada en el tiempo”, cosa que no se ha visto nunca. Se nos indica en Internet, que, “haciendo como antaño cuando los tebeos se comenzaban a publicar en España, hemos metido dos gazapos de forma voluntaria”. ¿Juego de los errores? Eso no se hacía así en la época. Pero tampoco me extenderé en esto. Considero que los lectores de historietas son lo bastante inteligentes como para detectar “gazapos” que quizás no estén donde dice el editor.
Una evidencia es que las páginas de esta publicación no están numeradas, ni siquiera las páginas de la aventura del Guerrero, así es que nos toca contar con los dedos. En la página 7, lucha el guerrero moro contra el capitán Rodolfo, tras haber matado a su hermano. Y de repente, en la página siguiente, nos encontramos con el hijo de Alí Kan herido en la iglesia de Santo Domingo y esclarecido por las explicaciones del monje. Guion digno del mejor Pedro Quesada, haciendo del monje cristiano el cronista de la verdadera historia del Guerrero del Antifaz, su redentor, mentor y entrenador de la guerra santa que desde entonces iba a emprender contra sus antiguos “hermanos”. Me parece volver a la más rancia filosofía eclesiástica de unos tiempos remotos que, afortunadamente, jamás volverán.
Dijo el gran novelista francés André Gide “Es con los buenos sentimientos que se hace la mala literatura”. Y se ha intentado volver a lanzar al Guerrero del Antifaz, con, imitando a los americanos, “Historias jamás contadas”.
El Guerrero del Antifaz fue el más grande de los personajes de Manuel Gago, el de mayor éxito, y, sin duda, uno de los más grandes de toda la historia de la historieta española. Su continuación, tras el fallecimiento de su autor, solo podría haber sido llevada a cabo por los mejores guionistas y dibujantes españoles, aquellos que fueran capaces de mantener el carisma y la profundidad psicológica de un personaje, que sintieran cariño por él y que dieran para ello lo mejor de su arte. En los años 80 pudieron haber sido Ambrosio, Miguel Quesada, Luís Bermejo, José Ortiz. Hoy…
Afortunadamente tenemos aún a Miguel Quesada Ramos, hijo de Miguel Quesada Cerdán, quien hizo un primer álbum bastante digno en la realización gráfica, y que continúa hoy con un álbum como el de El Impostor. Deseamos que continúen las aventuras de tan gran personaje, esperando que le acompañe el éxito comercial.
PARA “TERMINAR” CON EL CAPITÁN TRUENO
El capitán Trueno también es uno de nuestros grandes personajes de la Historieta y, gracias al esfuerzo publicitario constante de sus autores y dueños comerciales, se ha mantenido hasta nuestros días, con constantes reediciones de sus aventuras pasadas y varios ensayos de “resurrecciones” que también salieron fallidos, pues ni los prestigiosos pinceles de Luís Bermejo y Jesús Blasco consiguieron hacerle revivir.
Tengo también la impresión de que hay una propaganda incesante para con este personaje del Capitán Trueno, que me parece excesiva. Si el éxito le acompañó en su día, fue debido sobre todo a unos factores específicos que no deben olvidarse y que persisten hasta hoy.
Factor 1: Ambrós o la permanencia de la calidad
Primero, la extraordinaria “garra” de su creador gráfico, ese gran hombre y dibujante que fue Ambrós y del que siempre fui un fiel seguidor desde El Jinete Fantasma hasta sus últimos relatos cortos, pasando por Chispita y La Nave del Tiempo. Aquellos primeros números del Capitán Trueno fueron una maravilla de dibujo, un verdadero placer para los ojos y un estímulo para la imaginación por su dinámica y simpatía. Sin embargo, dejé de coleccionarlo hacia el nº 47, cuando percibí que ya no era Ambrós el que dibujaba y que empezaron a colaborar otros dibujantes.
Con frecuencia se oye hablar del “fin de los tebeos”, como sobre el cine se oye hablar del “fin del Western”, o en Literatura del “fin de la novela”. Pero ahí siguen, a veces sufriendo múltiples avatares y desdichas, otras renaciendo de sus cenizas como el Fénix. Pero es verdad que muchos nos preguntamos cuál será el destino de nuestros entrañables tebeos. ¿Desaparecerán porque las nuevas generaciones no tienen ningún interés en esos personajes del pasado, calificados a veces de “desfasados y mal dibujados”? ¿Vamos a enterrar a nuestros tebeos con nosotros? ¿Permanecerán algunos olvidados en museos o hemerotecas? ¿Irán la mayoría a la basura, como tantas veces ha ocurrido?
Factor 2: Infantilismo para infantiles
No siempre es una lacra el que una historieta sea infantil, puesto que se ha realizado con ese fin, en miras a un público infantil, y que existen en el mundo verdaderas obras maestras que, (algunas al principio), fueron dirigidas a un público infantil, como las series francobelgas (Blake y Mortimer, Alix, Barbarroja, Blueberry…). Y en aquella época en la que aún no había televisión, ni vídeos, ni juegos electrónicos, ni Internet, ni pubs, ni drogas, ni botellones, pues los niños leían, adquiriendo cultura aún en publicaciones para esparcimiento como los tebeos, que con frecuencia dedicaban algunas páginas a la difusión popular del conocimiento. Aquello decayó, con la llegada en masa de los nuevos medios de comunicación, el embrutecimiento general de las masas, la censura mal enfocada y la propaganda Brugueril, que encauzó los gustos hacia Mortadelos, ZipiZapes y Truenos, casi exclusivamente, por desgracia, y esto continúa, haciendo olvidar a tantos otros personajes geniales de excelentes autores que van cayendo poco a poco en el más profundo olvido.
Por otra parte, desde 1956 se había recrudecido la censura, así es que hasta el Capitán fue víctima de ella, de esa vieja mujer censora que consiguió hacer desaparecer el tebeo clásico y que, en definitiva, abrió el camino, sin quererlo, a todos los excesos a los que hemos asistido desde que se consiguió una cierta “libertad”, pasando de la dictadura franquista a la dictadura cerril. Pero el Capitán Trueno, con su infantilismo, continúa agradando a los niños, aconsejados por sus padres y abuelos, antiguos lectores del serial.
Respeto todos los gustos, y me parece muy bien que aún existan fieles seguidores y nostálgicos del Capitán Trueno, ¿por qué no? Hay acción, imaginación, distracción, virtudes evidenciadas por su longevidad. Pero lo que me molesta un poco es que se ensalce hasta las más altas cimas del universo de la historieta a este personaje, mientras se denigra, desprecia e insulta a otros seriales que le son muy superiores, por ser obras adultas que apreciaban jóvenes y mayores, como El Guerrero del Antifaz, El Pequeño Luchador, Roberto Alcázar y Pedrín, El Jinete Fantasma.
Es uno de los últimos pecados de moda: la Truenofilia (nombre científico: Truenofilitispatitis aguda), que ha llegado hasta el coleccionismo de publicidades, juguetes, etc., como ha ocurrido con el belga Tintín.
No vamos a hacer aquí, no es el propósito, un comentario sobre la obra de Ambrós, que era también la obra de Víctor Mora y a la que tengo gran aprecio, pues aún disfruto de su lectura.
Ambrós, con su gracia y dinamismo, logró traspasar a los moros con su espada, quizás por última vez en la historieta española, pues luego se impuso ya la censura y la autocensura que conseguirían matar al tebeo. No era racismo, ya que Ambrós era comunista, pero simbólicamente era un placer para el dibujante eliminar simbólicamente a la guardia mora de Franco, así como a sus aliados marroquíes. No tenía nada contra los musulmanes. Parece ser que ahora, con el paso del tiempo y el apoyo de algunos seudo-intelectuales, el término “moro” es peyorativo. Me rebelo contra tal aserción. Para mí un moro es un africano del norte, con toda su cultura y sus cualidades. Lo que sí considero peyorativo es que se tilde a alguien de “extremista”, sean cuales sean sus ideas. El Diccionario Enciclopédico Abreviado, de Espasa-Calpe, edición de 1957 dice: “MORO. (Del latín maurus). Adj. Natural de la parte del África septentrional, frente a España, donde estaba la antigua provincia de la Mauritania. Perteneciente a esta parte de África o a sus naturales, y por extensión, mahometano.” Los árabes, los musulmanes, los moros, han dejado su huella en España por su permanencia secular en la Península, algo reconocido por las famosas fiestas de “moros y cristianos” (y notad que “moros” se pone antes que “cristianos”). Me pregunto si hoy, en nuestra hipócrita y egoísta sociedad, y con la presión de religiosos extremistas, se permitiría la publicación del Guerrero del Antifaz (Ya se están censurando las fiestas, las caricaturas y hasta las fallas, no sé hasta dónde llegaremos en las concesiones y los compromisos, sin olvidar las denuncias oportunistas de todo tipo). Para mí, la palabra “moro” es identificativa de un origen y una prestigiosa cultura del pasado que merece todo el respeto.
Pero, volviendo a los tebeos, hay una tendencia, desde hace algún tiempo, en la historieta europea, a continuar la obra de personajes famosos y populares, realizados en su día por grandes artistas de la pluma y el pincel. Y, en España, se está tratando, muy tímidamente, de hacer lo mismo, aunque sin éxito.
Resumiendo, el mayor factor de éxito en el lanzamiento del Capitán Trueno fue su creador gráfico, Ambrós, y, también, la aventura, el dinamismo, el humor, a veces caricatural, que se conservó a través de toda la colección y sus derivados, con esa profesionalidad del guionista que sabía describir y distraer, incorporando a sus historias algunos elementos culturales, como era frecuente en las publicaciones de aquella época.
Pero nada más. No se había encontrado a los magos que fueran capaces de “resucitar” al Guerrero ni al Capitán Trueno, salvo, recientemente a Miguel Quesada Ramos, hijo de Miguel Quesada Cerdán, digno sucesor del autor del Guerrero del Antifaz, como podría haberlo sido su padre. Los ensayos fílmicos tampoco han sido concluyentes, en espera de algo mejor, como merecen las obras originales.
¿Quién se atreve a seguir con aventuras de los personajes de Gago o de Ambrosio? Tienen que ser guionistas y dibujantes de mucha calidad para continuar dignamente con una obra inmortal. Es muy difícil, sin olvidar que los tiempos han cambiado, así como las mentalidades y las circunstancias, y en una sociedad como la nuestra, aún más.
Esto me lleva a mencionar a algunos “resucitados” europeos que sí han logrado dignidad y éxito.
En Francia también han fallecido grandes autores que han dejado huérfanos a personajes famosos y muy queridos de la Historieta clásica, pero que han sobrevivido a sus creadores porque han sido continuados por guionistas y dibujantes dignos, capacitados para continuar una obra sin traicionarla, sin desfigurarla, sin burlarse de los aficionados que sentían cariño por esos héroes imaginarios, fomentadores de sueños, de poesía, con sentido de la estética. Pienso en algunos como Blake y Mortimer, Corentin, Alix. Todos ellos han sido continuados por artistas excelentes, del nivel de los creadores de tales personajes. Es cierto que nos gustaría que los autores originales continuaran dándoles vida, pero, fatalmente, no son inmortales.
Alix, el joven galo que se enfrenta a Roma al principio, pero que en su madurez llega a ser Senador, también hizo las delicias de los jóvenes lectores durante décadas.
La descripción del mundo romano, con detallados elementos históricos, sociológicos, artísticos, costumbristas, aunada a la verosimilitud y acción, con el correspondiente suspense, de las aventuras del joven galo, hacen de esta serie una de las mejores de la historieta clásica, modelo para muchos autores que han situado sus historias en el mundo clásico, de Egipto, de Sumer, de Grecia y de Roma.
El héroe de Jacques Martin ha quedado como una de las cumbres de la historieta europea. Los sucesores del creador han conseguido estar a la altura de la obra original.
Pienso también en XIII, el personaje de Jean van Hamme. El dibujante William Vance, víctima del implacable Parkinson, tuvo que dejar su puesto a otros y continuamos disfrutando de las aventuras de XIII gracias a dibujantes como Youri Jigounov, que continúa la serie regular y otros que se ocupan de la serie paralela, XIII Mystery.
Esperemos que esto continúe.
Así, podemos decir que sí existen “resurrecciones gloriosas”, por lo menos en la historieta francobelga, esperando que podamos decir lo mismo un día de alguno de nuestros personajes.
Artículo de Agustín Riera Torres, investigador y divulgador de la historia del Cómic y colaborador de Librería El Boletín (librería asociada a Uniliber).
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