Historia del Cómic (V): Mil y una noches de fantasía y sensualidad o la imposible censura
Mi recuerdo imborrable del libro de Las Mil y una noches se remonta al tiempo en que lo leí, en Buñol, provincia de Valencia, el pueblo donde pasaba las vacaciones escolares con mis padres. Era invierno, altiempo de las Navidades. Solía leer al atardecer, antes y después de la cena. Me acompañaba el chisporroteo de la leña en el fuego de la chimenea, proveyendo calor y lumbre, al tiempo que las sombras proyectadas sobre las paredes tenían un efecto dramático y fantasmagórico que se añadía al placer de la lectura y a la fantasía de las evocaciones literarias.
Por si fuera poco, aquella edición, aunque expurgada, como casi todo lo que teníamos en la España de aquellos años 40 del siglo XX, contenía unas maravillosas ilustraciones en color, pero nunca conseguí volver a encontrarla, ya que desapareció de mi casa, como tantos otros libros, cuando me fui a vivir a París. Así que no sé de quién eran las ilustraciones, ni cuál era la edición.
Tenía yo unos 11 años y aquella experiencia me sumergió en la admiración por el orientalismo, mezclando las imágenes surgidas en mi mente por la lectura del texto y la contemplación de las hermosas ilustraciones, con los recuerdos de las películas que había visto, como El Ladrón de Bagdad, de Alexander Korda, 1940, con Sabú, Conrad Veidt, June Duprez; Las Mil y Una Noches, de John Rawlins, 1942, con María Montez, John Hall, Sabú; Alí Babá y los 40 ladrones, de Arthur Lubin, 1944, con John Hall y María Montez; Aladino y la lámpara maravillosa, de Alfred E. Green, 1945, con Cornel Wilde, Evelyn Keyes, Phil Silvers, Adele Jergens; Simbad el Marino, de Richard Wallace, 1947, con Douglas Fairbanks, Maureen O’Hara, Anthony Quinn.
Toda esta vorágine de coloridos y fantásticos sueños surgidos en la mente del niño y el adolescente, se completaban con músicas sensuales, envueltas en las suaves fragancias de desconocidos perfumes orientales, exuberantes y embriagadores. Así visualizaba yo, leyendo, aquellos maravillosos cuentos llenos de fantasía y aventura.
El poder de la imaginación, alimentada por textos e imágenes, provoca sueños de amor, de arte, de poesía, pero también de justicia, de aprecio de cualidades, de consciencia social. Nada puede detener ese poder. No se puede encarcelar ni censurar el pensamiento, las ideas, la reflexión, la imaginación. Así se fragua la aspiración a la libertad, al conocimiento, a la felicidad.
El personaje principal de todos aquello cuentos, sean cuales sean las preferencias del lector, era la hermosa Sherezade. Ella es la mujer, ejemplo de belleza, de refinamiento, de ingenio, de inteligencia y otras excelentes cualidades que le permitirán salvar su vida y la de sus semejantes vírgenes.
El rey Asuero (quizás Jerjes I) destituye a su esposa por su orgullo y desobediencia, por lo que busca una nueva reina entre las más bellas vírgenes del país. Los servidores del rey buscan candidatas y no pueden menos que apreciar la fastuosa belleza de aquella judía exiliada en Persia. Así que la llevan al palacio real junto con otras muchas candidatas traídas de todos los rincones del imperio. El oficial de la corte, Hegai, está encargado de preparar a todas las mujeres durante un año, antes de presentarlas al rey, con un tratamiento de belleza que incluye baños, masajes, aceites perfumados, y todo aquello que pueda hacer resalta la belleza de cada una. Pronto destaca entre ellas Ester, no solo por su belleza, sino por sus cualidades de humildad, modestia, valentía, inteligencia, sabiduría y prudencia, con lo que gana el favor del oficial Hegai, quien le dispensa un trato especial, dándole siete sirvientas a su servicio y el lugar principal en la casa de las mujeres. Es evidente que el oficial había visto el contraste con la anterior reina, Vasti, cuyo orgullo le valió la desaprobación de su esposo. Además, su vida corría peligro, pues era judía, cosa que había ocultado a instancias de su primo y tutor Mardoqueo. El monarca más poderoso de aquella época queda prendado de la belleza y la personalidad de Ester, por lo que la escoge como esposa y la corona reina. Esto permitirá que, gracias a la intervención de Ester, arriesgando su propia vida, se salve el pueblo judío que vivía en Persia y había sido condenado al genocidio.
Así que vemos ciertas semejanzas entre esta historia y la de Sherezade. La belleza, la inteligencia y la astucia de ambas mujeres, terminan por seducir al rey, y el hecho de que, con su acción, consiguen salvar numerosas vidas: Ester la del pueblo judío exiliado en Persia y Sherezade las de las numerosas vírgenes que estaban destinadas a la muerte por capricho del rey Sahriyar.
Sherezade, como Ester, forman parte de esas grandes mujeres de la Historia que permanecen en el inconsciente colectivo.
Sherezade pone de relieve el fundamental papel de la mujer en la vida de los seres humanos, logrando deshacer el capricho criminal y egoísta del monarca, salvando, no sólo vidas, sino también, el amor.
Así, Las 1001 noches fue un libro liberador para mí y aquella Sherezade un ideal de mujer que me acompañaría siempre.
En aquellos años 40 de la postguerra española vivíamos un tiempo de opresión, de frustración, a causa de la censura, a causa de una moral hipócrita y extremista. Los cuentos que leíamos, incluso los de las 1001 Noches, estaban censurados, así como las historietas, las películas. Todo tenía que verse a través del prisma del nacionalcatolicismo que todo lo deformaba, que todo lo ocultaba, que todo lo falseaba.
Pero nadie es capaz de aprisionar los pensamientos, ni los sueños, ni la inteligencia, ni la aspiración a lo mejor. La censura es imposible. Por mucho que se esfuerce no puede triunfar. La verdad termina por estallar, por imponerse, por liberar.
Aquella edición del libro de las 1001 Noches era una edición para niños y, por lo tanto, censurada. Pero textos e imágenes hicieron soñar, hicieron reflexionar, hicieron imaginar. Y, a partir de entonces, las cosas cambiaron y el espíritu comenzó a volar en aras de la libertad.
Artículo de Agustín Riera Torres, investigador y divulgador de la historia del Cómic y colaborador de Librería El Boletín (librería asociada a Uniliber).
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