Cuento de Año Nuevo de los Navegantes del Palomar
Compartimos
con vosotros, estimados amigos lectores, este cuento de Año Nuevo de
nuestros queridos Navegantes del Palomar (Librería
Rincón Escrito, en Villanueva de las
Carretas - Burgos).
¡¡Disfutadlo!!
:)
Ýdice dilmos evenú
Y ahora lo cuentas así, Navegante Zarrapastro, cuando va a hacer
ya un mes que llegó al Palomar; pero yo te digo que al presentarse y anunciar
con voz decidida su extraño nombre,
Ý dice Dilmos Evenú, tú te sentiste tan desconcertado como yo.
—Te repito que no, Milafina Naveganta. De inmediato supe que era
él. Date cuenta de que coincidía el sonido de la campana del Palomar con las
doce de la noche, y él se llamaba Ýdice Dilmos Evenú, o sea dosmil diecinueve,
sin que falte o sobre ninguna letra; cierto que permanecen desordenadas, y que
hay que estar muy atento para captar los hechizos verbales.
—¿De verdad, Navegante, que no te cupo ninguna duda de quién era?
—¡Ninguna! Además dijo sin andarse por las ramas que “si ello es
posible, me propongo pasar con vosotros 366,255936 días siderales”, y añadió que estuviésemos tranquilos
porque “traigo puesto todo lo que necesito”.
—A
mí, Navegante, así, de pronto, me asustó. Temí que fuera el espíritu vengativo
de alguno de los árboles que había estado podando días atrás, herido por mis
cortes timoratos.
—Bueno,
el aspecto de Ýdice Dilmos Evenú resulta estrafalario.
—Pero
no pudo ser eso lo que me amedrentara, porque para estrafalario estás tú, y te
veo a diario sin sobresalto; más bien hubo de ser que al mirarlo
sentí…incertidumbre. Sí; puedo explicarlo de este modo.
—Ýdice
dijo que nuestro palomar le parecía, por su soledad, austeridad, libros y
plantas, un paraíso, y a la vez, paradójicamente, un espacio muy recoleto, muy
indicado para desarrollar el complejo asunto que le había sido encomendado,
—¡Y
tan complejo!: Hacerse presente desde el futuro, siendo futuro cada vez menos,
y cada vez más pasado.
—¿Y
recuerdas también que cuando nos iba a explicar con pormenores el proceso, como
tú estabas muy acatarrada, gentilmente lo aplazó para ir a buscarte unas hojas
de filipéndula que guardaba, porque, dijo, “es una buena planta para combatir
gripes y resfriados”?
—La
verdad, Navegante, es que Ýdice se ha sentido en nuestro Palomar tan a gusto
como en un calendario. Enseguida echó el ancla, y estos días, viéndola en
movimiento, se me antoja que ha aprendido de las mareas vivas a arrastrarse.
—¡Cielos,
Naveganta, si es que es un ancla ofídica evidente! Ancla la parte posterior de
su cuerpo mientras empuja y extiende la parte frontal para desplazarse, ¿a que
sí?... Es como si se lanzara hacia delante. Extraordinario, Milafina. Es muy
interesante. De los cuatro métodos que tienen las serpientes para avanzar: el
serpenteo, la concertina, el deslizamiento lateral y el deslizamiento
rectilíneo, ha escogido el más difícil con mucho: la concertina.
—Que
encaja admirablemente con el siseo musical que emite mientras se mueve en
acordeón… listz… listz… listz…
—¡No
me lo vas a creer, Milafina; pero hoy a primera hora he escuchado en Radio
Clásica un arreglo para acordeón de la Rapsodia húngara número 13 de Listz!
—¡Qué casualidad!
¡Qué casualidad tan difícil!... Pero se nos ha ido ya la mañana y no he visto
a la dichosa ancla encantada, Navegante Zarrapastro. Estoy inquieta,
siento cierto resquemor porque, aunque evidentemente es un ancla, en el Génesis
se dice que la serpiente es el más astuto de los animales del campo. ¿Qué estará
tentando ahora?
—Me imagino,
Milafina, que como también se da cierto aire a un cerrojo, estará intentando cerrar
el cuento.
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