Felicitación de Año Nuevo de los Navegantes del Palomar



Recién llegada desde la Castilla más genuina, compartimos con vosotros, estimados amigos lectores, la felicitación de Año Nuevo de nuestros queridos Navegantes del Palomar (Librería Rincón Escrito, en Villanueva de las Carretas - Burgos). 

¡¡Disfutadla!!  :)


Heciodos Mildico

—¿Adónde vas y de dónde vienes, querido Navegante zascandil?
 
—Vengo, Naveganta hilafino, de pasearme alrededor de nuestro Palomar, porque he consumido la mañana sentado en la librería de arriba, y siguiendo un saludable precepto caminaré ahora un buen rato, estirándome aquí y allá, en una y otra parte, por lugares diversos.
 
—¡Mira bien, tú, que acabarás dando en librero improductivo!... Percibo que en lugar de fichar como es debido libros para el catálogo, te has vuelto a emborrachar picandosorbiendo al tuntún de uno y de otro, aun a sabiendas de lo mal que te sienta y cuánto te marea mezclar licor de párrafos y néctar de estampas. ¡Tiene pecado tu caso!... Confiésame cuántos volúmenes has destapado.
 
—Aljuno que otrulos, Grumetillotea.
 
—A otear precisamente el horizonte voy ahorita mismo, caramba, que no tengo otra cosa que hacer... Bueno, dime, tuno, ¿dónde diste el último trago?
 
—En Bedro o de la felleza, de Copón.
 
—Querrás decir en Fedro o de la belleza, de Platón, galán. ¡Si hasta se te traba el diálogo, calamidad!... ¡Ay Copón, Copón!... Apenas si la campana ha anunciado el ángelus de mediodía y ya me viene bello el mozo!... Oréate y arrea, que voy a imponerte una penitencia de averiguación inaplazable. 



Acontecía este Diálogo en "El Rincón Escrito", la librería que los Navegantes llevan a bordo de su maderita-en-agua-salada, o lo que es lo mismo, a bordo de su Palomar, el 28 de diciembre de 2017, y tras recibirse el pedido urgentísimo de un libro a través de uniliber.com, que debería enviarse por mensajería solvente e inmediata.

En las observaciones delataba el cliente extrema desesperación y gorigori. Apuntaba que "...ya con la soga al cuello recurro a su Rincón, porque el comején ha perforado tantos túneles y galerías en el papel del lunario imprescindible que redacté bajo indicaciones muy precisas de Zeus Crónida, que al abrir hoy yo la puerta de delante del libro prodújose tal corriente de aire, que barrió sin ley ni fuero hasta el amén del último párrafo. Exclusivamente aparece en un rincón de la Red un ejemplar a la venta: el suyo. Sin él no podré ejercer, por desconocimiento del guión, la función de sucesivo insoslayable que tengo encomendada, con lo que en adelante, si ustedes no lo remedian, por andórica brecha esencial no habrá para nadie ni mañana, ni pasado, ni venideros siglos; y siendo yo el responsble, me oprime una amargura muy granada y retumbante”.

—Abrevia la lectura de las observaciones, Naveganta Milafina, que acongojan, y dime de una vez de qué libro se trata.

—Pide Los trabajos y los días, de Heciodos.

—De Hesiodo, más bien —Corrigió el Navegante.

—De Heciodos Mildico, no “Masbien”, Navegante; Heciodos Mildico, tal cual,
sicut.

—Digo, Naveganta del Rincón, que no puede ser Heciodos, ni Mildico, ni Masbien, sino Hesiodo; el mismo de La Teodicea, ¡caray!

—¡Caray la que tú vas a poner, galán! —Dijo la Naveganta descubriendo de repente la portada en cartoné del libro, que a modo de tabla de apoyo había mantenido apropósito oculto bajo el cuaderno donde, hilando fino, recogía los pedidos de librería al detalle.



 —¡Tachín, tatachán! —Continuó jocosa Milafina— ¡Mira! Los trabajos y los días, de Heciodos Mildico.

—¡¡Ese libro que tienes, no lo tenemos!!

—¡Ah!, ¿no?

—¡¡No!!

—Entonces, esto, ¿qué es? —dijo triunfante la librera aproximándole el volumen.

—¡Caramba!, una broma fantasmal y de calibre inocente —dijo él al abrir el libro y observar pasmado, en la primera hoja, el número bajo el cual aparecía catalogado: “AÑ-2018”.

—Una broma muy, muy acompasada, ¿no te parece? —inquirió Milafina.

—Los trabajos y los días, de Heciodos Mildico, alias el “Dosmil Dieciocho” —Dijo él, percibiendo el anagrama que envolvía el nombre.

—Absuelto completamente, Navegante bendito y animoso; y como lo has averiguado, cumplida está la penitencia… Y yo te digo que muy bien; y que para cotejar que coinciden, como tan oportunamente has observado, leo y leo,  ni falta ni sobra letra.

—Sí, lee y lee, pero ten cuidado, Nefelibata, que entre los libros también se puede meter la pata —Recitó el Navegante.

—Oye, esto último, casi al pie de la letra, me suena a don Antonio Machado —dijo ella.

—Ciertamente, así como el principio de este diálogo nuestro, si te fijas, calca algo del Bedro o de la felleza, de Copón.

—Fedro o de la belleza, de Platón, galán, de Platón… Y bien, ¿a que no averiguas ahora a qué direccion hemos de enviar el pedido? —preguntó Milafina.

—¿Acaso a la larga avenida de Loquenos Depare

...?


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